jueves, 14 de abril de 2011

La elección presidencial en Perú y el esquivo botín del centro político

Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Tanto Ollanta Humala como Keiko Fujimori, elegidos para la segunda vuelta, necesitan de los votos del esquivo centro político moderado que han permitido la riqueza de pocos y la pobreza de muchos, según se atestigua por las declaraciones de los mismos candidatos presidenciales.

Tanto Humala como Fujimori aparecen señalados por una amplia legión de comentaristas como las alternativas menos favorables para mantener el actual sistema.

¿Será así? ¿Cuál es el margen de posibilidades bajo un sistema muy acotado en lo económico e imprevisible en lo político?

Tanto Humala como Fijimori, representan posiciones que inquietan al sector empresarial no solo del Perú sino que de la región que invierte en este país. También inquietan a los sectores medios altos que se han beneficiado con el tipo de crecimiento económico adoptado por la nación del virreinato español.
Tanto el izquierdismo nacionalista –cada vez más moderado en su retórica- de Humala, como el autoritarismo rígido implantado en un sistema de redes y lealtades tipo Yakuza de Fujimori, son considerados por una variada gana de comentaristas posicionados en los medios de la región y por los voceros del gran capital, como una amenaza al actual sistema de crecimiento económico del Perú; basado en una agresiva inversión extranjera, desregulación y privatización, el eje en el flujo de capitales.
Las posiciones de centro de P.P. Kuszynski y Alejandro Toledo que respaldan firmemente este sistema, fueron las que perdieron con el electorado en la primera vuelta. Con todo, representan más del 30 por ciento del votante, y si se le agrega la votación de Luís Castañeda, ese centrismo que aboga por la estabilidad del sistema con algunos cambios de cosmética, supera el 40 por ciento que será decisivo para las pretensiones de los dos “extremistas” vencedores para la segunda vuelta.
Una interesante disyuntiva tiene el electorado peruano para la segunda vuelta en esta elección presidencial. El tema no es ni el fortalecimiento de la democracia bajo un sistema económico que la acosa permanentemente a través de la descomposición social, ni la recuperación del sistema político en virtual desmembramiento por la decadencia de los partidos políticos, sino obtener el poder a toda costa adoptando las posiciones de ese esquivo “centro político”.
Definido sucintamente como el punto intermedio entre los consabidos extremos como la tentación fascista de los protectores del gran capital, y la revolución marxista de los que postulan la transformación del sistema capitalista, -considerando por cierto una variada paleta de colores políticos entre estas dos posiciones-, el centro político debe ser el botín más preciado y más abstracto al mismo tiempo porque en el fondo es una entelequia en sí mismo.
Lo vemos diariamente con el gobierno de Barack Obama en EEUU y Angela Merkel en Alemania. Ambos jefes de estado luchan con sus respectivas oposiciones intentando adoptar una posición de centro para poder gobernar y hacer en última instancia algo útil para la población en general. En pos de la democracia, el centro político al final es un vaivén de posturas del político o la política que gobierna para satisfacer la variedad política del electorado donde cada voto cuenta, incluyendo las dos posiciones extremas señaladas.
Es así que este centro político en definitivas cuentas es una aspiración que cada cual entiende a su manera para articular poder y hasta puede perjudicar al político que gobierna porque el electorado también requiere de definiciones, o de líderes que se paren frente a los temas con posiciones definidas y no con ambigüedades.

Conciliar un revuelto naipe político en Perú para la decisión definitiva en junio es un desafío de políticos y electores por igual en un escenario que sin lugar a dudas es el producto más real en política. Algunos lo definen como un sistema político de caudillismo más que de partidos, y no el sistema con partidos en la apariencia con los mismos caudillos que predomina en la región. Aún así, en Perú al menos, lo que se ve es más lo que es y no otra cosa que se define con mucha pompa de republicanos de universidad más que de sociedad.

Puede ser que del Perú venga una manito que refresque a la política en la región, y entregue un camino más viable que contenga tanta devastación social a manos del gran capital. Los dos contendores representan dos identidades marcadas y en eso el electorado peruano envió una señal.

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