Desaparecieron con la ida de Pedrito, los dos más grandes boleristas del
Perú, y quizá de Latinoamérica: Lucho Barrios y Otiniano. Todos hemos
crecido con sus lacrimógenas canciones; es cierto, no eran cantantes de
elites, de círculos selectos, para gustos sofisticados o refinados: eran
cantantes populares y de pueblos. Populares es por su difusión, y de
pueblos es porque eran los preferidos de la gente sencilla y
mayoritaria.
Gabriel García Márquez, cuando recorría Colombia, contaba que al llegar
a una ciudad, siempre se daba el tiempo para ir a las fiestas
populares, escuchar sus alegrías y tristezas, su música y sus opiniones,
en pro de su alma; desde luego que un escritor debe ser un gran
observador. Por ello sus libros están impregnados de sabiduría popular.
“El amor en los tiempos del cólera”, no tiene el vuelo, para muchos
quizá, de “Cien años de soledad”; sin embargo es su libro que más he
disfrutado: tiene la sabiduría del hombre popular, sin tapujos. Por ese
libro corren las grandezas y las miserias de todo hombre. Sus mayores
esperanzas en cuanto al amor, y sus temores recónditos, en un ángulo de
sinceridad poco común.
Quizá los literatos, los escritores no les han dado su lugar
correspondiente a estos reyes del bolero nacional, que trasuntan más que
muchos, lo que es el alma del peruano; la dolida alma popular. Tampoco
los científicos sociales se han permitido estudiar los mecanismos de
identificación con estos cantantes del pueblo, que trasmiten un
sentimiento de dolor que a todos nos invade por el solo hecho de nacer
en estas tierras.
Aventuro una hipótesis para los especialistas: Lucho Barrios y Pedrito
Otiniano, deben ser estudiados en los mecanismos sociológicos,
sicológicos y antropológicos de identificación de nuestros sentires
mayoritarios con ellos.
Magdalena Del Mar, 3, agosto, 2012
Julio Garrido Huaynate
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