Por: CONICET
Científicos
de Santa Fe desarrollan modelos matemáticos para que los procesos de
purificación sean más efectivos y requieran menos energía. Qué se hace
en nuestro país.
Las
investigaciones orientadas a la desalinización o desalación del agua
-eliminación de las sales- comenzaron en nuestro país en la década de
1980, luego de que se planteara la posibilidad de instalar una planta en
la ciudad de Camarones, Chubut. Un grupo de científicos del Instituto
de Desarrollo y Diseño (INGAR-CONICET) de Santa Fe, comenzó a estudiar
el tema y arribó a interesantes conclusiones que se publicaron en
revistas científicas.
Aunque
el proyecto inicial fue desestimado, el equipo no abandonó sus
experimentos luego de comprobar que la temática despertaba gran interés
mundial. De hecho, fue un organismo de agua de los Emiratos Árabes el
que los contactó y apoyó para que continúen sus investigaciones.
Con
el tiempo, estos científicos se fueron especializando en la
optimización de los métodos de tratamiento de agua. Su área de trabajo
es la ingeniería de procesos, que consiste en el desarrollo de modelos
matemáticos que representan los fenómenos físicos que ocurren en
distintos procesos. “Diseñamos mejoras para que las técnicas de
desalación que se utilizan actualmente sean cada vez más efectivas, es
decir, den mejores resultados con menos costo y gasto de energía. A
veces, una pequeña mejora significa un enorme ahorro de dinero y
recursos”, explica Pío Aguirre, investigador del CONICET en el INGAR.
La
desalinización de agua se convierte en una opción cuando las
posibilidades de obtención de agua dulce se ven reducidas. Esto sucede a
nivel global debido al crecimiento de la población, que lleva a un
aumento de la demanda de agua para consumo humano, procesos industriales
y riego, imposibles de concretar con aguas salobres, como la de mar.
Los
procesos más extendidos son dos: por destilación o por ósmosis inversa
(OI). En el primer caso, el agua se calienta –utilizando alguna fuente
de energía- hasta evaporarse, y así se obtiene un vapor que, al ser
condensado, resulta en agua libre de sales. Ese condensado es, incluso,
“demasiado” puro, tanto que con frecuencia es necesario agregarle sales
para que sea apto para consumo humano. En el segundo caso, el agua pasa a
través de una membrana que, a modo de filtro, retiene las sales, en un
mecanismo que se puede regular según se quieran separar algunos
compuestos y dejar otros.
“Cada
aplicación tiene sus propias características. Para consumo humano se
separan sales naturales que pueden ser contaminantes, como arsénico,
plomo o cromo. Hay otras sales comunes que, si bien no tienen efectos
nocivos a la salud, son dañinas para ciertos procesos industriales,
porque producen sarro en los circuitos de distribución”, señala Aguirre.
Acuífero o mar
“Las
provincias de noroeste argentino tienen zonas secas en donde la falta
de agua es un problema. Pero también Mendoza, Córdoba, Río Negro y en
general toda la Patagonia”, señala el investigador, y agrega que puede
suceder que no haya posibilidades de perforación de suelo, o los
acuíferos -las aguas subterráneas- estén alejados, o tengan un límite de
extracción que “si se supera, produce una salinización, es decir, la
migración de sales naturales en el cauce de agua”.
“Muchas
ciudades argentinas tienen una planta de OI, el método más utilizado en
el país, por ser apropiado para poblaciones no muy grandes. Aquí
prácticamente no se desaliniza agua de mar, algo frecuente en países
árabes, en la costa oeste de Estados Unidos, y algunos sitios que rodean
el mar Mediterráneo”, detalla Aguirre.
Desde
el Centro de Aplicaciones Informáticas y Modelado en Ingeniería
(Universidad Tecnológica Nacional regional Rosario), Nicolás Scenna es
otro investigador del CONICET dedicado a desalación de agua en nuestro
país. En su caso, trabaja junto con expertos del INGAR en la búsqueda de
procesos sustentables de producción de agua acoplados a un sistema
energético, sin emisión de gases de efecto invernadero (GEI) gracias a
un mecanismo para capturarlo. La búsqueda se orienta a lograr la
integración de tres procesos: tratamiento de agua, generación eléctrica y
reducción de la contaminación.
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