sábado, 12 de noviembre de 2011

SE INICIA LA CRISIS DE LA RELACIÓN OLLANTA – MINEROS‏

Por: AUGUSTO MALPARTIDA LEON

Los conflictos minero-agrario-ambientales han vuelto con fuerza. Y están golpeando la línea de flotación del gobierno. Ollanta empezó su gobierno priorizando su compromiso con las empresas mineras de respeto a los contratos y concesiones establecidos por un lado, y apostando a sostenerse en una relación directa con el pueblo, sin partidos ni organizaciones gremiales.

Trató de garantizar de esta forma recursos para los programas sociales del gobierno, plata en el bolsillo del gobierno para encarar la crisis internacional. El compromiso con los mineros buscaba también evitar que la
derecha armara un frente común, la derecha minera es sin duda el cemento que puede unir a la derecha política, a la mediática y a los dispersos que por allí andan.

Y junto a todo eso, lograba una relación con el pueblo que pudiera ir convirtiendo su apoyo electoral en apoyo político, sin fuerzas partidarias que le disputaran esa tarea, ni gremios que abrieran fisuras en esa manera de entenderse con sus electores del 5 de junio.

Lo que no entendió Ollanta es que en el bloque de la victoria de junio había un 30% duro que peleó con él por “La Gran Transformación”, millones de peruanos que desde el 2006 optaron por cambiar el país de la mano de las propuestas nacionalistas: Asamblea Constituyente por una Nueva Constitución, Defensa de los Recursos Naturales para los Peruanos, Lucha Anticorrupción sin tregua y Economía al servicio de las mayorías nacionales. A esta plataforma se sumaba el tema de impuesto a las sobre ganancias, defensa del agro, respeto a las comunidades indígenas, campesinas.

Para Ollanta el triunfo electoral se debió a su “corrida al centro”, a sus calculados compromisos con sectores de la burguesía expresados en la hoja de ruta y en el juramento a la nación. Había que ganar, a como dé lugar. Y apostar al núcleo duro y su capacidad de arrastrar a los vacilantes como había sucedido en el 2006, no fue la opción escogida. Con esa lógica llegó al 47% en el 2006. Pero perdió y esta vez no quiso arriesgar. Y tomó la opción de centro, seguro que el núcleo duro lo seguiría sin dudas ni murmuraciones, como en efecto sucedió, hubo dudas, murmuraciones, pero nadie se salió del apoyo a Ollanta.

La opción tomada exigía rebajar las propuestas, comprometerse públicamente a olvidar consignas centrales, cambiar de equipo de gobierno, todo a cambio de ganar. En esas condiciones se puede ganar, como ocurrió, pero sin duda se entra al gobierno a la defensiva. Con banderas centrales arriadas suele ser difícil encarar el combate. Y la derecha prontamente se encargó de recordarle que si bien había perdido la administración del gobierno, su poder se mantenía. Y desde los medios, desde sus fuerzas políticas, desde
su fuerza económica, sin llegar a ser un bloque homogéneo, golpeó al aún no iniciado gobierno hasta hacerle aceptar que la economía tenía que dejarla en sus manos. Todo podía manejarlo con cierta autonomía, pero la economía ni de vainas, y así terminó Castilla en el Ministerio de Economía, Velarde continuó en el Banco Central de Reserva.

En esas condiciones se entró a pactar con el bloque minero. Una negociación en la que no se podía perder, medio país estaba por el impuesto a las sobreganancias mineras y la otra mitad no tenía como oponerse luego de cinco años de óbolo minero que todos sabían había sido una farsa.

Pero se perdió, no solamente plata, de tres mil millones de soles se llegó a mil seiscientos y tantos, fundamentalmente se perdió la fuerza para no dejarse imponer condiciones, la fuerza para evitar una relación de subordinación a los mineros. La negociación generó más compromisos para Ollanta, primero olvidarse del impuesto a las sobreganancias para hablar de allí en adelante de gravamen; segundo, el compromiso de optar preferentemente por la minería en los conflictos sociales.

Pero Cajamarca, Andahuaylas y Ancash, empiezan a abrir una brecha entre el gobierno y su respaldo electoral. El 30% del núcleo duro empieza a pasar la factura. Demanda que la línea se mantenga, que entre el oro y el agua, Ollanta opte por el agua, como en la campaña; que entre agro y minería Ollanta opte por el agro; en fin, que entre transformación e inclusión, Ollanta regrese a la línea de la transformación. Y hace entrar en crisis la relación gobierno-mineros,  los compromisos son puestos a prueba. ¿cuán sostenibles son estos compromisos?¿hasta dónde Ollanta puede jugar a ponerse por encima de los conflictos como si de un árbitro se tratara? Estas son las preguntas que debe estar haciéndose la Sociedad Nacional de Minería que en las últimas semanas se puso el cuchillo en la boca y amenazó con disolver los acuerdos de gravámenes si no se recurría a la represión para mantener los proyectos mineros.

Y lo más probable es que sen las preguntas que hoy merodean el sueño de Ollanta. Una cosa queda clara, desde el 2006 el pueblo no está buscando un árbitro, su voto puso un presidente, y quieren un Presidente, un conductor, la gran transformación necesita una jefatura, los mediadores no bastan. 
Peor aún si en ese rol atienden las exigencias de represión de una de las partes.

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