Escrito por: José López Cózar
lunes, 12 de mayo de 2008
Un nuevo concepto, el de huella hídrica, permite medir el volumen de agua dulce necesaria para producir los bienes y servicios que consume una determinada persona, empresa o país cada año.
España es extremadamente sensible a la sequía y a la falta de agua. Al inicio del verano algunas de las principales cuencas hidrográficas entran en números rojos, aumentando el riesgo de restricciones de suministro. Cada vez son más los ciudadanos que toman conciencia de la necesidad de ahorrar agua en el ámbito personal. Medidas como utilizar el plato de ducha en lugar de la bañera, cepillarse los dientes con el grifo cerrado, utilizar sistemas de riego por goteo para regar el jardín, o meter una botella de agua en la cisterna para disminuir la capacidad de llenado se han hecho habituales en los últimos años, sobre todo en regiones donde existe un mayor grado de estrés hídrico.
Sin embargo, estas medidas siguen siendo insuficientes. Si comparamos la cantidad de agua que gastamos en el aseo personal o directamente para beber, con la utilizada en la producción de alimentos o bienes de consumo, nos damos cuenta de que el consumo de agua en los hogares es muy poco representativo: tan sólo supone el 5% del gasto, frente al 80% de la agricultura y el 15% de la industria.
«Hasta ahora las campañas de ahorro han estado centradas en lo que marca el contador de agua de nuestra vivienda, a pesar de ser una parte muy pequeña del consumo», comenta Carlos Martínez Orgado, director del Instituto para la Sostenibilidad de los Recursos, una de las pocas entidades que ha comenzado a calcular la 'huella hídrica nacional', así como la de varias comunidades autónomas en nuestro país. «Este indicador abre muchas posibilidades para el ahorro. Nos permite conocer el consumo de agua de cada uno de los bienes y servicios que forman parte de nuestra vida cotidiana, y así disponer de una nueva herramienta para hacer un uso más racional del agua».
El concepto de la 'huella' 'hídrica', introducido en el año 2002 por Arjen Hoekstra, experto del instituto IHE de la UNESCO, surge con la intención de contabilizar el gasto del agua desde el punto de vista del consumidor y no tanto desde la perspectiva del productor como se había hecho hasta el momento. De esta manera, la huella hídrica se encarga de medir el volumen de agua dulce necesaria para producir los bienes y servicios que consume una determinada persona, empresa o país al cabo de un año. Algo similar al cálculo de la 'huella' 'ecológica', pero en esta ocasión traducido al lenguaje del agua.
Gracias a la huella hídrica sabemos que para obtener un kilo de carne de vacuno se requieren unos 15.000 litros de agua para el crecimiento y alimento del animal, mientras que para cultivar un kilo de trigo se requieren aproximadamente 1.500 litros. Del mismo modo sabemos que para ponernos unos pantalones vaqueros es necesario invertir 10.850 litros en su confección, o que para fabricar un coche de una tonelada se han requerido 400.000 litros; resultado de sumar el agua utilizada en la producción de los distintos materiales del vehículo (acero, plásticos, vidrio.) junto a la del propio proceso de fabricación.
Toda esta información puede resultar muy útil al ciudadano si, en un futuro, llegaran a etiquetarse los productos conforme a su consumo de agua, como ya se ha hecho con otras etiquetas verdes en el mercado. Mientras tanto, la huella hídrica sirve para caer en la cuenta de importantes aspectos: los productos manufacturados necesitan más agua que los naturales, las dietas ricas en carnes suponen una huella hídrica mucho mayor que las dietas vegetarianas o que el consumo de todos los bienes y servicios está relacionado con el gasto de agua. «De nada sirve ahorrar agua en el hogar si luego se mantienen hábitos de consumo insostenibles a otros niveles», insiste Martínez Orgado.
Pero la huella hídrica no sólo es un indicador para orientar el consumo, sino también un instrumento de análisis político a considerar en países con problemas de escasez de agua. Según el informe 'Water footprints of nations', elaborado por la UNESCO, el comercio internacional de agua (en forma de productos alimentarios o industriales) puede ser una solución muy válida para paliar los efectos de la sequía en determinados países, donde el cultivo de alimentos básicos requiere de sistemas de riego muy costosos en términos hídricos y muy poco rentables en términos económicos.
Este nuevo concepto propone a los países áridos reducir la presión sobre los recursos disponibles importando los productos que requieren mayor cantidad de agua del exterior, y produciendo los bienes y servicios con menor consumo de agua. En opinión del director del ISR, «no se trata de inventar nada nuevo, sino de tener en cuenta este tipo de conceptos a la hora de tomar decisiones de planificación estratégica en sociedades cada vez más complejas y globalizadas. En el fondo, hablamos de una alternativa más para solucionar los graves problemas de escasez de agua que sufren muchas regiones del planeta. Siempre resultará más fácil y económico transportar productos que agua».
Varios países como Israel o Jordania, ya han elaborado políticas para reducir la exportación de productos que requieran grandes cantidades de agua. Actualmente, entre el 60% y el 90% del agua doméstica de Jordania se importa bajo la forma de agua virtual.
ESPAÑA, ENTRE LOS PAÍSES CON MAYOR GASTO
Informe UNESCO. Según el informe de la UNESCO elaborado en 2004, España es uno de los países del mundo con una huella hídrica más elevada por habitante y año. Con una media de 2.325 metros cúbicos al año ocupa la tercera posición en el 'ranking' de los más consumidores de agua, sólo por detrás de Estados Unidos con 2.483 m3, e Italia con 2.332. En términos absolutos, la huella hídrica total española es de 93,98 Kilómetros cúbicos/año, por encima de la media mundial fijada en 74,52, pero muy alejada de Estados Unidos (696,1), China (883,39), India (987,38), y de algunos países europeos como Italia (134,59), Alemania (126,95), o Francia (110,19).
Tipos de agua.
La idea de la huella hídrica se basa en el concepto del 'agua virtual'. Esta fue definida a comienzos de la década de los 90 como el agua que contienen los productos, incluida toda aquella utilizada en su elaboración y manejo. Ahondando en esa definición, los diversos estudios sobre la huella hídrica distinguen también entre distintos tipos de consumo de agua y establecen una categoría de colores.
- El agua azul es el agua de los ríos, lagos y acuíferos, que es la que los seres humanos han tratado de modificar en su provecho mediante las infraestructuras hidráulicas.
- Agua verde es la que proviene de las precipitaciones y se incorpora al suelo.
- El agua gris es el agua contaminada por los procesos productivos.
Como ejemplo, en el informe de la UNESCO se especifica que un pantalón vaquero de algodón emplea 4.900 litros de agua azul (para el proceso industrial), 4.450 litros de agua verde (para el cultivo) y 1.500 de agua gris (por los vertidos de la actividad).
Fuente .- elMundo.es
En tabla siguiente se puede ver el contenido de agua virtual de varios productos muy habituales en nuestra vida diaria:
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