lunes, 24 de enero de 2011

LA GOBERNABILIDAD AMBIENTAL DESDE UN ENFOQUE DEMOCRÁTICO E INTERCULTURAL


Por: Rodrigo Arce Rojas(1)
Hablar de gobernabilidad democrática intercultural desde una perspectiva ambiental implica como ideal contar con una gestión pública ambiental efectiva con carácter participativo y una sociedad civil empoderada que participa activa y comprometidamente en tal gestión. Implica actuar de manera conjunta con un enfoque de corresponsabilidad en la gestión ambiental. En este esfuerzo de trabajo conjunto se conjuga armoniosamente las dimensiones técnicas, económicas, sociales, culturales y políticas para definir mecanismos, estructuras, procedimientos y reglas para la adecuada toma de decisiones.
Cierto es que ese ideal choca con la realidad no sólo de democracias imperfectas sino también de una serie de dificultades en las que desfilan la corrupción, la falta de transparencia, el clientelismo, el nepotismo y los intereses económicos y políticos que terminan por impactar en diverso grado sobre el ambiente, la confianza y la efectividad de la gestión. Cierto es también que el déficit de ciudadanía, el pragmatismo, el inmediatismo, aunada a la crisis de los partidos políticos, la representatividad política y la devaluación de la palabra, terminan por configurar un escenario complicado en el que la dimensión ambiental avanza en la medida en que lo permitan las fuerzas económicas y políticas. La racionalidad de esta motivación descansa en el hecho que lo ambiental es subordinado al crecimiento económico y el progreso del país.
Frente a tal diagnóstico existen dos formas básicas de reacción de los actores: enfocarse a destruir o abocarse a construir. Ello determina dos tipos básicos de liderazgo: el liderazgo destructor o el liderazgo constructor. Desde una perspectiva integradora pero con enfoque positivo podríamos reconocer un liderazgo transformador orientado a convertir las emociones negativas a emociones catalizadoras de actuación positiva. No se trata de desconocer que hay una realidad difícil pero tampoco se trata de desconocer los avances y más aún la identificación de los grandes objetivos e ideales de sostenibilidad, de justicia y equidad.
Desde la perspectiva de la programación neurolingüística hay una estrecha relación entre mente, cuerpo, fisiología y la palabra. Desde una explicación de ontología del lenguaje las palabras no sólo representan realidades sino que modelan realidades. En este contexto, es importante reconocer que el cerebro no necesariamente contextualiza la palabra sino que asume en toda su dimensión la palabra que escucha o lee. Si se habla de destrucción todas las células del cuerpo se predisponen para la destrucción. Lo mismo, si se habla de construcción todo el cuerpo se predispone para la construcción.
Una perspectiva adicional es que nuestras conductas actuales de adulto no son sino una proyección de nuestra historia emocional registrada en nuestro cerebro y en nuestro espíritu. Una actitud agresora será la expresión de la búsqueda de venganza por agresiones físicas o emocionales recibidas durante nuestra niñez. Por el contrario una actitud constructora será la demostración que independientemente de nuestra historia emocional hemos logrado la armonía necesaria para aportar, para enriquecer, para fortalecer los procesos sociales ambientales independientemente de la gravedad o magnitud de los diagnósticos sociales e institucionales de la gestión ambiental.
Como acertadamente reconoce Omland (2011) si queremos la tan ansiada conciencia colectiva y hacer frente de manera eficaz a la crisis ambiental, empezaríamos por resolver nuestro propio mundo, el mundo de nuestra integridad, cuerpo, mente y sentimientos. La interculturalidad no sólo se refiere a las relaciones positivas con las culturas humanas sino también lograr el acuerdo interno en nuestro propio ser y establecer relaciones de respeto con los seres animados y entes inanimados pero con diferentes grados o niveles de conciencia. De alguna manera compartimos sustancias con las plantas, los animales y las rocas.
Si no somos capaces de reconocer los paradigmas equivocados que sustentan nuestra actitud ambiental podemos llegar a ser presos de estas creencias y de nuestros marcos de valoración. No se trata de discursos o de acciones políticamente correctas o incorrectas, lo que se trata es de reconocer claramente los objetivos, así como los impactos positivos y negativos de nuestra actuación. Tampoco se trata de buenas intenciones, ni la imagen, estamos hablando de la medida en que somos coherentes con los principios de sostenibilidad.
El mundo ya tiene sus problemas como para seguir echando leña al fuego. Apelamos al liderazgo constructor y transformacional de los actores públicos y privados para aportar con efectividad a una gestión ambiental efectiva y el ejercicio pleno de los derechos humanos como parte integral de la dimensión humana y cósmica. Implica ver los problemas como desafíos de creatividad y compromiso para avanzar hacia sociedades sustentables en la que la naturaleza no es motivo de dominio sino de respeto. Somos parte de la naturaleza y la naturaleza no se regocija con células que actúan motivadas sólo por el dolor o nuestros miedos. Las células se motivan con las palabras correctas, con la música apropiada, con los colores apropiados. Con firmeza cuando es necesario y con voz fuerte cuando amerita pero siempre orientados por principios superiores de sustentabilidad y equidad.
Bibliografía:
Omland, Clara. 2011. Biodiversidad y cambio climático ¿necesidad o solidaridad internacional? Editorial San Marcos. Lima, 242 p.


[1] Ingeniero Forestal. rarcerojas@yahoo.es

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