martes, 8 de febrero de 2011

CRISIS Y PERSPECTIVAS DE LA EDUCACIÓN EN EL PERÚ‏

Por: FELIPE AGUIRRE

En el primer decenio del siglo XXI hemos sido testigos de un desarrollo industrial y tecnológico producto de fuerzas productivas sin precedentes. Pero, los “éxitos” del capitalismo mundial se están convirtiendo ahora en su contrario. La sociedad llamada “posmoderna” se encuentra a merced de fuerzas que no puede controlar: la gente mira el futuro con creciente ansiedad y en lugar de las viejas certezas, lo que tenemos es  incertidumbre. Este malestar afecta principalmente y en primer lugar a la clase dominante y sus estrategas, que cada vez se dan más cuenta  de que su sistema está en descomposición.
La crisis del imperialismo se refleja en la crisis económica, ideológica, de los partidos políticos, las iglesias oficiales, la moral, la ciencia e, incluso, en lo que actualmente está sucediendo en la filosofía. En ese marco, teorías y postulados que prometían infinitas posibilidades de progreso y prosperidad capitalista se han vuelto espurios.  Tal vez, como dijera el  poeta Stearns Eliot,  “tiempos de gloria  convertidos en “humareda” y “vacío”. Conforman esa lista Alvin Toffler;  Karl Raimund Popper; Thomas Kuhn y su propuesta de desarrollo de la ciencia por medio de  renovaciones que eliminan el nexo entre lo viejo y lo nuevo.  Más todavía, la tesis del científico de Instituto Tecnológico de Massachusetts, puede ser tipificado como  un “dialelo”, es decir, Círculo vicioso. En el intento de buscar salida al “eterno retorno” de Thomas Kunh, el filósofo austriaco Paul Kart Feyerabend postuló que la ciencia es una actividad esencialmente anárquica y así redujo la ciencia al irracionalismo, vale decir, al  ímpetu del instinto, la intuición, del azar y las creencias. Esa misma fuerza alcanzó a Edgar Morin, quien en su  obra  El método, (aparecida en 1977, 1980 y 1986), propone  renunciar  a la unidad de las ciencias por  el desorden.
En la economía, según Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, también “existen fallas en los fundamentos del conocimiento económico”. En ese sentido, los premios nobeles Paul Krugman, Joseph Stinglitz, Robertt Solow, George Akelof han admitido serios problemas epistemológicos de la economía. Así, se puede afirmar que “la ciencia económica está preñada más de creencias que de evidencias científicas”. Por un lado, fundada en elegantes fórmulas matemáticas, indujo a aferrarse a la creencia de que el mercado nunca falla y, por otro, condujo a exaltar el insensato culto al crecimiento perpetuo del Producto Bruto Interno. Pero, el problema es que el PBI crece y el planeta no.  La misma situación atraviesan las matemáticas. Kurt Godel, con la publicación en 1930 de sus famosos teoremas, desentrañó los vacíos y puso en cuestión los métodos fundamentales de las matemáticas clásicas. Sus aportes provocaron una crisis y los desarrollos posteriores trajeron nuevas complicaciones. El método axiomático-deductivo, tan visto en el pasado como la aproximación al conocimiento exacto, empezó a verse fallido.
En el campo de la psicología, Piaget tampoco pudo saltar la valla de los límites que impone la concepción metafísica. Su obra, aunque extraordinaria, se redujo a la descripción  de  etapas del desarrollo cognitivo. En Piaget prevalecieron los errores del innatismo que considera al sujeto con capacidades predeterminadas. Así redujo lo social a lo biológico, el aprendizaje a la maduración.
En tiempos de “gloria”, Francis Fukuyama, en su libro “El fin de la Historia y el último hombre”, asumió abiertamente que la Historia humana, como lucha entre ideologías, había concluido. El liberalismo habría triunfado sobre todo tipo de economías y el modo de vida de las sociedades capitalistas se imponía respecto a otros estilos como única opción viable, al tiempo que el liberalismo democrático se constituía en el llamado pensamiento único. Así, las ideologías ya no serían necesarias y Estados Unidos sería  la única realización posible del sueño marxista de una sociedad justa y sin clases. Pero el triunfalismo imperialista norteamericana duraría apenas un cerrar y abrir de ojos y pronto conoceríamos el real estado agónico de la otrora primera potencia, cuya hecatombe continuará hasta desaparecer y dar paso a nuevas formas de organización, como ocurrieron con innumerables reinos e imperios esclavistas y feudales. En suma, el sistema imperialista en su conjunto se debate, en una crisis general y en una acelerada descomposición que trasciende el ámbito económico, como reflejo de la lucha de clases en el planeta y, con ello, la  tesis de Fukuyama y otras mentes brillantes del sistema pasaron a mejor vida. En cambio la historia seguirá su curso de desarrollo interminable, de cambios y transformaciones, con apogeos y caídas, pero también con superaciones dialécticas.
En ese contexto, dos tercios de la humanidad viven al borde de la barbarie. Enfermedades comunes como la diarrea y el sarampión, que se podrían evitar con una simple vacuna, matan a millones de niños en el mundo. La educación sigue siendo un lujo para millones de personas. Los pobres no tienen acceso a una educación científica y a los servicios médicos elementales.
En el sentido literal de la palabra, la humanidad está en una encrucijada. Por una parte, existe el potencial para construir un paraíso en este mundo. Por otra, elementos de barbarie amenazan con inundar y destruir el planeta. En su loca búsqueda de volverse más ricos, las grandes transnacionales están arrasando con el planeta.
            En Latinoamérica, la principal razón de la creciente pobreza es el saqueo a gran escala de sus recursos a través del intercambio comercial y de deuda externa con los grandes bancos occidentales. Solo para poder pagar los intereses de la deuda, estos países tienen que exportar la comida que su propia población necesita y sacrificar su educación y salud. Así, los economistas brasileños han demostrado que la destrucción de la selva amazónica está provocada principalmente por la necesidad de conseguir dinero gracias a la exportación de los productos agrícolas y ganaderos como carne de ternera, obtenidos en las tierras conquistadas a la selva.
La situación en el Perú no es muy alentadora. Ya en el siglo XIX  Manuel Gonzáles Prada (1894) describió al Perú como: “Organismo enfermo donde se pone el dedo brota la pus”.
El célebre tacneño Jorge Basadre  intentó explicar los tipos de personalidades peruanas por medio de la tipificación de los ciudadanos de su tiempo como: “Incendiados, congelados y podridos”.
Pero  sería  José Carlos Mariátegui  en sus obras y de modo muy particular en los  Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) quien realizara el examen integral de la problemática política, social, económica y educativa del país  explicando que sus males tienen sus raíces en las fallidas estructuras económicas.
En efecto, cerca de cumplir 200 años de vida “republicana”, el Perú  está lejos de alcanzar el desarrollo nacional que se merecería como resultado de una educación científica de integración y de transformación de los pueblos. Por el contrario, a ojos vista el Estado peruano es todavía centralista, patrimonial y excluyente. Centralista porque en pleno siglo XXI persiste la creencia de que Lima es el Perú y el Perú es Lima. Estado patrimonial por cuanto su historia republicana está repleta de aprovechamientos de lo público para fines privados: desde el nepotismo hasta la simple y desnuda sustracción de los dineros estatales. Excluyente, por cuanto  existe exclusión y discriminación de todo tipo. Se excluyen por el color, por la procedencia, por las costumbres, por las ideas.
 
No obstante, en medio de las crisis, las perspectivas son infinitas. Pero fundamental y esencialmente es de vital importancia que el maestro asuma con optimismo de clase y vocación de científico social su labor de transformación de conciencias y pensamientos. Para Mariátegui “de todas las victorias humanas, corresponde a los maestros el gran mérito; de todas las derrotas humanas, les corresponde también la gran responsabilidad”. En ese mismo sentido, decía José Martí, es necesario “hacer lo que conviene a nuestro pueblo, con sacrificio de nuestras personas; y no lo que conviene a nuestras personas con sacrificio de nuestro pueblo”. Claro está, lo que le conviene a nuestros pueblos es el desarrollo social equitativo y no la exclusión, la desigualdad y la pobreza. Le corresponde al maestro peruano construir alternativas genuinas inspiradas en la historia de la cultura peruana y latinoamericana. La patria espera de sus hijos planteamientos claros y alternativas viables, así como el señalamiento de nuevos cursos en la historia. Así, el presente libro:”Crisis y Perspectivas de la Educación en el Perú”, sin temor a equivocación, constituye un aporte valioso por cuanto recoge críticamente los temas fundamentales del proceso educativo y del proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero no es un libro de “calco y copia”, tampoco ecléctico, ni mucho menos de aquellos que se quedan en la descripción mecánica. Por el contrario, asume, como debe ser, un enfoque ante la vida, el mundo y sus factores. Sus potencialidades de libro crítico y alternativo le hacen relevante. Eso es así, ante todo, por cuanto el libro ha sido escrito desde el inicio hasta el fin bajo una concepción científica de inspiración marxista. Enfoque que enseña a mirar más allá de lo inmediato, a penetrar más allá  de la aparente calma y estabilidad y ver  la vida con optimismo. Responde de esta forma a la necesidad histórica de cambio. Y ello en correspondencia con un principio básico: “a la escuela peruana no le hace falta cambios accidentales de formas y accesorios, sino transformación  desde sus fundamentos, fines y  objetivos”.  Cualquier esfuerzo distinto sólo será sinónimo, en el mejor de los casos, de renovación o reforma. Y de esas, hasta ahora, se ha tenido muchas por  doquier.

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