Los decretos de urgencia 01 y 02 del mes en  curso, son la expresión de última voluntad de un gobierno que agoniza.  Esta última voluntad también puede ser vista como el intento  final de llenar la caja grande, que en los gobiernos corruptos  producen las obras públicas, especialmente aquellas improvisadas,  libradas de todo control e implementadas “a la prepo”.
Los decretos mencionan la necesidad de culminar en pocos meses  proyectos que cuentan con un nivel de avance “sustancial”, lo  que es muy subjetivo; en cinco carreteras con rumbo desconocido, por  ejemplo, ni siquiera se señala trazos ni kilómetros sino tramos “a  establecerse” por el MTC; la prefactibilidad desplaza  a  la factibilidad como requisito obligatorio; se establece el silencio  administrativo positivo del Estado a favor de sí mismo; se imponen  servidumbres forzosas como quien reparte volantes; se concluyen plazos  en 3 días para esconder irregularidades; se dispone colocar banda ancha  en lugares “de preferente interés social” (sic); se impide que  opinen los cientos de distritos afectados que carecen de Internet; se excluyen del debate público proyectos fundamentales  como la privatización de la isla San Lorenzo; y se  declara prácticamente inaplicable para estos proyectos La Ley General  del Ambiente. O sea, retornamos a la más brutal expoliación de nuestros  recursos naturales, entre otras barbaridades.
Es evidente que el Apra, fiel a su costumbre, quiere salir “pateando”.  Un canal  de televisión abierta ha caído en sus manos groseramente chantajeado.  Mientras, a diario emiten disposiciones que aseguran la estabilidad de  los miles de “compañeros” zampados a la  planilla estatal en 5 años de copamiento.
Los que llegan encontraran terreno minado, y sorpresas por  todos lados. 
Pero en este caso concreto, la responsabilidad final está en  los congresistas de hoy que no pertenecen al Apra. Porque ellos  conforman la mayoría en el Congreso, tienen sus propios candidatos a la  Presidencia y saben que cuentan con los votos para convocar un pleno a  fin de derogar ipso facto los decretos de marras. Buena oportunidad para  que con hechos y no solo con palabras demuestren que sus promesas de  cambio se anticipan a la victoria que anhelan y que no se dejaran  convertir en albaceas del testamento aprista.



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